En Marx, programa y estrategia no son documentos separados ni consignas de ocasión: son el puente entre el análisis riguroso de la realidad y la acción revolucionaria organizada. No hay programa sin lectura concreta del momento histórico, de las formas que asume la explotación, de la composición de clase, de las mediaciones políticas. Y no hay estrategia sin dirección, sin acumulación, sin horizonte. Por eso, cuando Marx interviene, lo hace con la pluma afilada y el pie en la calle: critica el reformismo que abandona la lucha de clases, pero también el voluntarismo que desprecia la organización.
La claridad programática en Marx no nace de la especulación abstracta, sino de la necesidad histórica de la clase trabajadora de dotarse de un proyecto propio. Sin programa, las fuerzas populares giran en torno al Estado burgués; sin estrategia, se pierden en la espontaneidad. Por eso, retomar el marxismo no es repetir fórmulas del pasado, sino reconstruir, desde las condiciones actuales, un programa de transformación real y una estrategia que articule tiempos, niveles y formas de lucha. En un mundo en crisis, lo que falta no son indignados: lo que falta es dirección revolucionaria.